Yo, Napoleón Bonaparte empecé mi
carrera militar como un soldado un insignificante de la colonia de Córcega y
llegué a ser Emperador de Francia, dirigí
las tácticas militares que hasta el día de hoy las toman como ejemplo y continué muchos de los
cambios de la Revolución. Fui educado
gracias a una beca otorgada por el Rey Luis XVI en Brienne y en la Escuela
Militar en Paris. Me gradué en 1785 a la
edad de 16 años para unirme la
artillería como teniente segunda. Desde el principio supe la importancia de proyectar la imagen
correcta y comprendí el poder de la propaganda.
Como resultado de mis muchas conquistas, envié millones de francos en botines a Francia. En
1799 obtuve el poder y establecí un nuevo régimen de Gobierno que se denominó el Consulado. Por lo que fui nombrado primer Cónsul y con el consentimiento del
electorado, la Constitución fue revisada en 1802 para hacer que mi nombramiento fuera vitalicio y en 1804 para
que se me nombrara Emperador.
Reestructuré el Estado
Francés, introduje un sistema de Corte
mucho más sencillo y centralicé los colegios públicos. Quizás lo más conocido
de mi gestión sea que establecí el Código Civil el cual luego se le llamo el
Código Napoleón. Derechos y libertades que se ganaron durante la Revolución,
incluyendo la igualdad ante la ley y la libertad de credo se aseguraron. Los
judíos fueron liberados de los guetos e incluso inspiró a Beethoven para que me dedicara su sinfonía
Heroica, creada en 1804 hasta que me
convertí en Emperador.
mi naturaleza tímida y poco sofisticada no
previnieron que me enamorara de la sensual viuda Marie-Joseph-Rose e Beauharnais, una aristócrata de la colonia
francesa de Martinica con dos niños y un montón de deudas. Para la mayoría de
mis amigos, esta dama era Rose, pero
para mí ella era Josefina.
Josefina no estaba del todo
atraída por mí y una vez le comento a una amiga que tuvo que sobreponerse al
sentimiento de repugnancia que le producía mi
seriedad, apariencia y falta de sentido del humor. Sin embargo,
progresivamente fue cambiando de parecer y en Marzo de 1796 nos casamos.
Pero a pesar del gran amor
que yo profesaba, Josefina no me era fiel. Y alguien se atrevió a contármelo,
con lo cual quedé destrozado. En un arrebato de furia tomé a la esposa de uno de mis oficiales por amante. Con el paso del
tiempo nos dimos cuenta que no podíamos tener un heredero, así que nos separamos, ya
que yo deseaba tener un hijo varón. Y con esta finalidad es
que luego me caso con la Archiduquesa
Marie Louise,
hija de mi viejo enemigo el Emperador de
Austria Francis I, que en esa época era una jovencita de 19 años. Un año
después de la boda, Marie Louise me da
un hijo varón y lo nombro Rey de Roma. Con todos estos acontecimientos en
mi vida de Emperador, es que pierdo la concentración para mis tácticas militares y poco a poco se va notando
la diferencia entre el joven aventurero y agudo y la persona que era en este
momento. Yo , de pequeña estatura, pose erguida, mi mano dentro de mi camisa y mi sombrero distintivo, se convirtió en todo un
símbolo de la época. Los cambios que introduje aún siguen vigentes en nuestros
días y definitivamente contribuyeron a crear la Europa que todos conocemos hoy,
en los derechos y las libertadas inspiradas por el periodo de la Ilustración
francesa, en las leyes del continente, en los debates actuales sobre lo
correcto y lo que no lo es en la Unión Europea, Unión que está muy cerca de ser
uno de mis mayores sueños. Yo
quería un estado Europeo, una federación
de personas libres. Las diferencias entre franceses e ingleses llegaron a
nuevos límites bajo mi poder, cuando alguna vez describí a mis adversarios al
otro lado del canal como una nación de tenderos al mismo tiempo que establecía
un bloqueo de Europa contra los productos ingleses y aunque ustedes crean que
es exageración, aún esta desconfianza persiste hasta nuestros días.
Al final, el deseo de aventura
y la ambición que una vez me condujeron
a recorrer un gran camino desde los inicios más humildes hasta la cima
del poder fueron también los principales causantes de mi caída. Lamentablemente terminé por creerme mi propia propaganda, de que realmente era
invencible. En mi trágica y devastadora
batalla contra los elementos en Rusia en el año 1812 empezó el principio del
fin. Me tocó morir derrotado y exiliado en la Isla
de Santa Helena.
Subido por María Elena Zapata Valdez